Mujeres, madres, migrantes: Historias de resiliencia a través de las fronteras

"Mi mamá fue mi fuente de fortaleza para atravesar la selva del Darién y así poder brindarle ayuda en Cuba, donde está enfrentando muchas dificultades" relata Mayra Hernández, una mujer migrante cubana de 56 años que, junto a su hijo y esposo, acaba de arribar a la Estación Migratoria del Sur (EMISUR), en la frontera de Costa Rica con Panamá, después de cuatro largos y difíciles días atravesando la inhóspita selva del Darién. 

Ella no duda en afirmar que este ha sido uno de los momentos más tristes y complicados que ha enfrentado en su vida, pues casi pierde la vida en una corriente de agua, de no ser por la solidaridad y valentía de otro migrante de origen venezolano que la rescató.

Esta no es la primera vez que Mayra migra a otro país; hace 10 años dejó su país de origen debido a dificultades económicas y migró a Ecuador. Después de ocho años trabajando en el sector gastronómico, no logró conseguir un empleo formal por su condición de migrante irregular.  Luego se fue a Colombia con el deseo de mejorar las condiciones de vida de su familia, pero allí enfrentaría las mismas dificultades. Ahora en Costa Rica, su objetivo es llegar a Estados Unidos, donde espera obtener la documentación legal y la residencia que le permitan trabajar formalmente y apoyar económicamente a su madre en Cuba. 

Costa Rica se considera un país de tránsito para personas viajando por tierra desde América del Sur hasta América del Norte, principalmente hacia los Estados Unidos. En los últimos años, el número de personas en tránsito a través del país ha aumentado considerablemente, situación que derivó en el anuncio de Emergencia Nacional a la crisis migratoria por parte del gobierno en septiembre de 2023.

Según registros del Servicio Nacional de Migración (SNM) de Panamá, en 2023 ingresó más de medio millón de personas en situación de movilidad por las Américas que, además, transitaron por Costa Rica, de las cuales aproximadamente un 36% eran mujeres de diferentes nacionalidades, en su mayoría venezolanas. 

Yannibeth Bencomo Araujo es una de ellas. Al igual que Mayra, ella migró hacia Ecuador huyendo de la violencia y la falta de empleo en Venezuela. Con esfuerzo y dedicación logró iniciar un pequeño negocio, pero debido a las amenazas extorsivas de grupos delincuenciales se vio forzada a migrar nuevamente.  

A pesar de su temor de atravesar la selva del Darién, Yannibeth se unió a un grupo de amigos para viajar a Colorado en EE. UU., donde espera reencontrase con algunos familiares e iniciar una nueva vida alejada de la violencia y la inseguridad que la han perseguido por tanto tiempo.

Yannibeth reitera que admira profundamente a todas aquellas mujeres que se enfrentan a la selva del Darién con sus hijos, arriesgando incluso hasta la vida para tener una vida más digna en otro país. 

Cerca de Yannibeth se encuentra Edinne, una mujer haitiana de aproximadamente 30 años, junto a su pequeña hija Rodinne y su esposo.

Está familia haitiana ha migrado múltiples veces en los últimos años. En 2014 decidieron salir de Haití rumbo a Brasil, debido a la falta de oportunidades y los altos niveles de violencia en su comunidad. Tres años más tarde migraron a Chile, pues los ingresos que obtenían no les alcanzaban para costear sus necesidades y apoyar a sus familias en Haití. En Chile enfrentarían diversos tipos de dificultades debido a su condición migratoria irregular, por lo que dos años después se encuentran migrando de nuevo, esta vez hacia los Estados Unidos, donde esperan obtener mejores condiciones laborales. 

Su pequeña hija recuerda que para ella su mamá es la más linda del mundo, pues la cuida, la alimenta y le da cariño en todo momento. “Gracias por todo mamá”, dice Rodinne mientras abraza a su madre. 

Los testimonios de Mayra, Yannibeth y Edinne, representan los retos y experiencias de las miles de mujeres en tránsito por Costa Rica, quienes viven adversidades, discriminación, y violencia en su camino, y continúan en su lucha por alcanzar una mejor calidad de vida para ellas y sus seres queridos. 

El Sistema de Naciones Unidas, liderado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), trabaja coordinadamente con el gobierno central, gobiernos locales y organizaciones de la sociedad civil, para garantizar que las necesidades de las mujeres migrantes en tránsito se consideren e incluyan adecuadamente en la planificación e implementación humanitaria, con el fin de prevenir, mitigar y responder a los riesgos de protección que enfrentan en su ruta migratoria.